Capitulo 6.
Recuerdos.
Tres años después.
—Camilo… dónde estás. — Escuchaba una voz a lo lejos llamándome —.Camilo… Camilo… Camilo… ¡Camilo! — Gritaba.
—Estoy aquí. — Le respondí debajo de un montón de papeles, que empecé a separar.
—Tu estudio esta hecho un desastre. — Decía Susana que se encontraba al frente mio.
—Tengo mucho trabajo acumulado. Por lo menos tengo trabajo; qué quieres.
—Que buen genio tienes. — Me decía sarcásticamente.
Hace un par de meses termine mis estudios. Gracias a mi rendimiento tenía trabajo incluso antes de graduarme, lo que me facilito abrir un pequeño estudio. Donde el dueño, el gerente, el empleado, el aseador, todo, era yo. Bueno, hasta hace una semana, que Susana apareció por esa puerta. No se muy bien a que vino, tampoco me ha dicho, y a estas alturas no estoy seguro si se quiere marchar.
— Qué piensas quedarte toda la vida aquí. — Le decía mientras acomodaba algunos papeles. No me gustaba admitirlo, pero me había vuelto muy desordenado.
—Pues, no es mala idea. Si necesitas ayuda puedes contratarme.
— ¡Ja! Olvídalo a duras penas me puedo mantener yo. — Rodé la silla de mi escritorio hacia una ventana. Estaba ubicado en el 3 piso de un pequeño edificio, tenía una hermosa vista al mar.
— Me gusta el lugar al que te viniste a esconder. — Comentaba ella mientras se ubicaba a un lado de la ventana—. Un lugar tranquilo, cerca de la costa, lo suficientemente calmado para llevar una vida en paz; pero no tan apartado de la civilización. Aquí se puede tener una buena vida, y trabajar para no morirte de hambre. Si definitivamente, es un buen lugar para venir a esconderse. —Repetía.
— Es un buen lugar. Pero no entiendo lo de venir a esconderse, yo no me escondo de nadie. —Le asegure.
— Claro, no te estas escondiendo de nadie. — El sarcasmo cortaba en cada una de sus palabras—. Un buen día decides faltar a tus clases, otro día corre la noticia de que te has ido así sin decir porque ni a donde. Tarde un poco más de 2 años en encontrarte, con todo y mis contactos… ya me imagino lo que te debió haber buscado él.
— Ya te dije que no me escondo de nadie. — La interrumpí—. Si fuera así; nunca hubiese ingresado en una universidad nacional a terminar mis estudios; no hubiese abierto este negocio. Si realmente estuviera escondido, estaría metido debajo de una piedra para que nadie me pudiera ver.
— El mejor lugar para esconderse es a la vista de todos. — Ya me estaba enfureciendo que repitiera lo mismo; yo no me escondía de nadie, simplemente viva mi vida y ya.
— Bueno y a todas estas qué haces tú aquí. — Le dije malhumorado—. Hasta donde recuerde amigos íntimos no somos.
— ¡Jajajajaja! Que agresividad. — Qué le resultaba tan gracioso—. Claro que somos amigos. — Me sonrió—. Pero esa no es la razón por la que te busque y vive aquí, ya te lo había dicho te voy ayudar. Y lo seguiré haciendo hasta que me resulte conveniente, cuando ya no seas de utilidad, no te lo tomes a mal, me iré.
— Como quiera; puedes cerrar cuando salgas. — Tomé mi abrigo que estaba en una mesa, el día estaba bastante frío.
— Está bien.
Caminaba sin ningún rumbo por las calles tranquilas. Era una costumbre que había adquirido. Todavía me encontraba molesto por las palabras de Susana. Esconderme ¿De quién? ¿Por qué? ¡Ahhh! puras locuras de ella. No me estoy escondiendo, estoy aquí caminando tranquilamente en una calle pública, todos pueden verme. Escondiéndome no tiene ni idea de lo que esta hablando. En ese momento contesto mi teléfono que llevaba un rato sonando.
— Camilo, cómo estas.
—Bien profesor y usted. — Resulto ser uno de los profesores que me había dado clase en mi último año en la universidad.
—Bien, supongo. Habrá un congreso de egresados de la facultad de arquitectura de todas las universidades nacionales, queremos que tú vayas en representación de tu promoción a nombre de la nuestra.
—Suena interesante. Cuándo será.
— Mañana. Todo esta arreglado hospedaje, alimentación, viáticos todos. Solo tienes que estar en la estación de tren a eso de las 8 a.m.
— Será un placer asistir. Por cierto dónde será.
— En la capital de la provincia este. La debes conocer bien, estuviste estudiando allí casi dos años, antes de venir a vivir aquí.
— si algo la conozco. Gracias por la invitación. Hasta luego.
Así que la capital. Tengo tanto tiempo que no la visito; a todas estas por qué deje de ir allí. Sería bueno pasarse un tiempo y ver que ha cambiado.
Esa tarde arregle mis maletas y aliste unas cosas para el viaje. Llame a Susana le dije que si tanto me quería ayudar que se quedara a cargo de mi estudio un par de días. Me pregunto la razón. Voy hacer un viaje, fue lo único que le conteste.
La mañana estaba cálida a diferencia de la tarde anterior. El viaje fue placentero; llegue antes de lo esperado. Me instale en el hotel y me fui a recorrer la cuidad. Ahora había más centros comerciales, las calles tenían un aspecto más limpio y moderno. Aunque la verdad ya no me agradaba estar aquí, me había acostumbrado demasiado a mi nueva vida.
Entre a una pequeña cafetería. Al momento de pasar la puerta tropecé con alguien, casi caigo. Él me sujetó por un brazo.
— Lo siento mucho. — Me seguía sosteniendo. Sentí un escalofrío al contacto de su tacto. Pero tenia la mira calvada en él piso. No lo puede distinguir.
— No te preocupes. — Me incorpore y camine hacia una mesa. Todavía tenía la extraña sensación recorriéndome el cuerpo. Que extraño había sido todo eso.
Pedí un capuchino. Me puse a leer una revista que traía conmigo.
— Camilo eres tú, verdad. — Alcé la vista. Al frente mio esta una hombre de media edad. Tarde un momento en reconocerlo.
— Luigi, cómo estás. — Le indique que se sentara.
— Bien, bien. Pensé que nunca te iba a volver a ver. — Me decía felizmente.
— Pues la verdad no se porque deje de venir a esta cuidad. A pesar de que cambio sigo siéndome un poco como si estuviera en casa. — Le respondí.
— Dices que no sabes el por qué dejaste de venir aquí. — Me miraba intrigado.
—Pues, tal vez, no se; simplemente me olvide de aquí yo que sé. — Le respondía sin darle mucha importancia.
— Mmmm. — Luigi seguía preocupado—. Vamos a mi estudio para que veas mis nuevas pinturas. ¿Tienes tiempo?
— Claro.
Entramos en su galería. Observaba todas las pinturas. La verdad nunca me importaron demasiado sus pinturas pero no quería hacerlo sentir mal. Note que había una gran cantidad de paisajes nocturno.
— Ahora te dedicas a pintar de noche. — Le pregunte.
— Qué te puedo decir; es una nueva pasión.
— Ya veo. — Seguía caminando por la galería. Al final me encontré con una hermosa pintura de un pequeño ángel saliendo del agua con un cielo hermosamente nublado. — Que linda es esta pintura, muy creativa.
—Por qué lo dices en ese tono.
— A qué te refieres.
— Lo dices como si nunca hubieses visto este cuadro.
— Lo siento mucho, debía haberlo olvidado. — Le conteste. La verdad creía que era la primera vez que la había visto. No recordaba si en alguna de las visitas pasadas a este lugar ya me la había mostrado; a todas estas por qué visitaba yo a Luigi.
— Camilo. — Él me miraba con pesar—. La verdad has olvida la razón por al cual dejaste de visitar esta cuidad, o mas bien recuerdas porque te fuiste de aquí.
— Porque quería hacer una nueva vida.
— ¿Por qué querías eso?
— Yo que sé, no lo recuerdo. — Le conteste dándole la menor importancia a su pregunta.
— Deberías visitar los lugares a donde ibas, mientras vivías aquí. Tal vez así recuerdes por qué te fuiste.
— Sí; tal vez lo haga.
La primera parte del congreso había finalizado. Hubo algunas presentaciones, varias conferencias y un par de refrigerios. El evento finalizaría esa noche con una cena banquete. Estaba en la habitación que me habían asignado, mirando el techo. Todavía tenía mucho tiempo antes de la cena. La idea de Luigi de averiguar por qué decidí irme de aquí todavía daba vueltas en mi cabeza. Al final le hice caso, recorrer mis pasos. Me senté en una mesa a escribir los lugares que frecuentaba.
1. La universidad
Fue lo primero en la lista. Y así pase 10 minutos sin recordar otros lugares a los que iba. De verdad era tan antisocial en mis tiempos aquí. En mi actual cuidad tengo muchos compañeros, ningún amigo pero si muchas personas con las que hablar y formar planes. Salgo a cines, al teatro, a discotecas, clubs, eventos, alguno que otro deporte. Una vida activa. Por qué en esta ciudad, el único lugar a donde iba era la universidad. ¡Ah! y la galería de Luigi, recordé y tal vez una que otra cafetería de paso. Estaba frustrado. Al final decidí ir a la casa donde me hospeda cuando vivía aquí.
La dueña abrió la puerta después unos momentos. Me reconoció, invito a pasar y estuvimos tomando chocolate mientras le contaba mi vida y ella me comentaba a que se estaba dedicando. Subí a mi antigua habitación. Todo me parecía normal nada del otro mundo. Después de casi media hora me despedí de ella y camine a la puerta.
— ¡Oh por cierto! Cuanto de fuiste. Llego un muchacho a preguntar si sabia dónde estaba. La verdad como no me dijiste, no tenía la menor idea. Pensé que más personas iban a llegar a preguntar. Pero solo llego él y un día una muchacha, Susana creo que dijo se llamaba. Te has encontrado con ellos.
— Sí, Susana me cayó de sorpresa hace un par de semanas.
— Y el otro muchacho. —Preguntó.
— Cuál otro muchacho. — Le respondí con otra pregunta.
— Uno muy guapo, de cabello negro y ojos claros. Como fue que dijo que se llamaba… David sino estoy mal.
—Mmmm, no recuerdo a ningún David. No debió ser nada importante.
Salí de allí y me dirigí a la universidad. La conversación con la señora me había dejado confuso. David, David, David. Por más que trataba no sabía si conocía a alguien con ese nombre. Quién sería el joven que me había llegado a buscar; qué necesitaría. David. Lo pensé otro buen rato; inútil, no lo recordaba. Recorría los pasillos de mí una vez alma mater. Me traía nostalgia. Nada había cambia los estudiantes caminaban de un lado para otro con libros en sus manos, algunos parecían alegres, otros preocupados, otros relajados, algunos estresado. Y algunas llorando. Espera llorando. Había un grupo de jóvenes sentadas en el piso con los ojos llenos de lágrimas consolando a una amiga.
— Ya cálmate deja de llorar que nos vas a poner a llorar a nosotras. — Decía una de ellas a la otra.
— Si ya cálmate. — Insistía otra.
— No puedo, ustedes no entiende. — Decía la más afectada entre lágrimas y sollozos.
— Claro que lo entendemos. — Rompió una de las otras en lágrimas.
— Es verdad la vida no es igual en esta universidad desde que él se graduó. — Finalmente la última comenzó a llorar. Todos las observaban.
— ¡¡¡Reyyyy!!! Te extrañamos, por qué te fuiste. Rey te necesitamos. — Decían en coro, mientras las lágrimas recorrían sus rostros. Todos los que observaban de momento se pusieron melancólicos, agachaban su cabeza y sus ojos se entristecían.
Yo no entendía nada, por qué estaban así ¿Quién era es dichoso rey? ¿Por qué todos se entristecieron? Acaso era la persona más importante del mundo o qué. Sin explicación yo también comencé a sentir nostalgia cada vez que las chicas repetían “rey”. No puede soportar más la presión que sentía en mi pecho. Salí corriendo de allí. Llegue lo más rápido que pude al hotel. Esquivaba todo el mundo.
En mi prisa choque con un joven y quede entre sus brazos. Un frio se apodero de mi cuerpo. Me incorpore y separe de él.
— Lo siento, no mire por donde iba. — Trataba de observar hacia otro lado.
— Camilo. — Me dijo. Al escuchar su voz una lágrima descendió por mi mejilla. Quede impresionado por mi reacción.
— Lo siento, lo siento. — Le repetí y salí huyendo de allí.
Sentía que él me seguía. Escuchaba sus pasos. A duras penas puede tomar el ascensor. Este cerro de golpe. Que había sido todo eso. Por qué sentía esta gran presión en mi pecho.
— David. — El nombre salió de mis labios sin pensarlo. Mientras por mi cabeza pasaban todas las cosas que mi mente había olvidado para defenderme. Todos los momentos a su lado. La razón la que me había ido. Recordé como era mi vida en esta cuidad, como era yo. La información pasaba por mi cerebro a gran velocidad. Hasta que se detuvo y quedo en blanco. Fue allí cuando entendí que todo lo que había vivido estos últimos 3 años; mis compañeros, mi vida social, mis estudios, mi trabajo, quien yo creía que era. Todo absolutamente todo era una gran mentira. Una farsa que me había inventado para olvidarlo. A él. A mi único amigo, a mí odiado primer amor.
El ascensor se abrió de golpe.
—Camilo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario