Capitulo 5. Mentiras.
Desperté la mañana siguiente. No
podía seguir dormido aunque quisiera, el brillo de la mañana me molestaba. Cómo
había olvidado cerrar la cortina. Medio dormido me levante de la cama y trate
de caminar. No pude. Caí de golpe, las piernas me temblaban, no podía mover uno
solo de mis músculos. ¡¡¡Ahhh!!! Pero valió la pena. Acomode mi cabeza en el
borden de la cama, todavía llevaba los ojos cerrados. Los abrí lentamente para
acostumbraba a la luz. Quede asombrado; esa no era mi habitación. Observe por
todos lados. Cómo se supone que había llegado aquí. Recordé lo que había pasado
después de... después estar con David. Me sonrojé con las imágenes que venían a
mi mente.
De alguna forma logramos salir de
la universidad sin ser vistos una vez que quedamos completamente satisfechos.
— Camilo, te encuentras bien. — Me
preguntaba David que se encontraba frente a mí; yo estaba apoyado en una pared.
— Solo un momento. — Le respondí;
la verdad mi cuerpo me había traicionado. Estaba totalmente paralizado.
— Por eso te insistí en que me
dijeras cuando era suficiente… ¡ahhh! — Suspiró—. Ya que más se puede hacer;
sube. — Me indicaba su espalda mientras
estaba un poco agachado.
— Ni de broma, yo puedo solo. — Dije con todo el orgullo que puede.
— Claro. — Me despego de la pared; mi cuerpo cayó
por inercia. Él me sujetó y giro mi cuerpo por su brazo hasta dejarme en su
espalda. Me obligó aferrarme de su cintura y sujetarlo por el cuello mientras sostenía
mis piernas con sus brazos—. Yo puedo solo, si como no. — Empezó a caminar.
— No planeas llevarme así hasta
mi casa. — El cansancio se empezaba apoderar de mí. Mis ojos se cerraban.
—
No. Mi casa está más cerca. — Me respondió. Yo lo escuchaba a lo lejos.
— Como sea. — Le respondí para
después caer dormido.
Seguía observando la habitación.
Cualquiera que conociera al Rey, no podía asegurar que este era precisamente su
habitación. No iba con su estilo, aunque yo sabia que cada rincón de la
habitación reflejaba su verdadera personalidad. El lugar era cálido y a pesar
del desorden, acogedor.
— Así, que esta es su habitación.
— Murmure por lo bajo.
— Sí. Este es el lugar en que me
estoy quedando mientras termino mis estudios. — Me respondía David, entrando
por la puerta.
— Entonces… —recordé rápido todo—
el dueño no se molesta porque traigas extraños, dormidos además de cargados, a
su casa.
— De hecho la dueña nunca esta.
Aun así es una joven un poco mayor que nosotros; sus padres le heredaron este
lugar. Es una escritora así que su pasión la lleva de viaje por días incluso
hasta semana para conseguir bueno lugares que incluir en sus libros.
— Con que escritora. — Dije con indiferencia. La verdad me molestaba
que viviera solo con una mujer.
— Cómo te sientes. — Se sentó a mi lado en el piso.
— Pues la verdad. — No podía
decirle que físicamente agonizaba pero aun así nunca me había sentido tan bien
en la vida. Solo me quede callado.
— Ya veo. — Apoyó su cabeza en mi hombro—. No podrás ir
hoy a la universidad.
— ¡Qué! Estás loco. Hoy tengo un
examen, para el cual por cierto no estudié. Ya sabrás culpa de quién.
— Pero sino estudiaste, que
caso tienes que vayas. De todos modos lo perderás.
— Esa no es la idea. — Me levante, pero mi cuerpo me volvió a
traicionar— ¡¡Aucch!! — Esa caída me había dolido.
— Lo siento no era la inten…— David no terminó la frase—. ¡Bueno ya! — Dijo alegre —. Ya te dije que no
tienes que ir a la U. Ese examen no lo van a hacer, el profesor no ira a dar clase.
— Cómo sabes eso. — Le pregunte
intrigado.
— Digamos que ya lo resolví todo.
— Sonrió de lado. A decir verdad, no quería enterarme lo que planeaba hacer. Lo
que no sabía no me iba a preocupar y hay información de la cual es mejor nunca
enterarse.
— Esta bien; si tú lo dices.
— Bueno, bueno voy a preparar
desayuno. — Dijo levantándose—. Tú
quédate allí y espera. — Me encogí de hombros, qué más podía hacer.
Trate de levantarme hasta un escritorio que estaba
cerca. Me senté en la silla y empecé a moverla hacia atrás mientras esperaba.
Movía la silla hacia atrás y hacia delante, cualquiera pensaría que no tuve
infancia pero la verdad me desesperaba esperar. En un movimiento la silla se
inclino demasiado y cayó conmigo encima. Me sobaba la cabeza en el piso, eso si
que dolía. Desde donde estaba alcance a ver una caja dorada debajo del
escritorio. Se que era la privacidad de mi amigo, aunque después de anoche ya
no sabia que tan amigos éramos, al final termine cediendo a la curiosidad y la
tome. Abrí la tapa con cuidado. Dentro había una carpeta y un montón de fotos.
Tome la carpeta entre las manos, abrí y empecé a hojearla. Era un montón de
formularios rellenados a mano con información de chicos que antes había visto en
la universidad. Todos tenían algo en común sino me equivocaba, habían apostado
y habían perdido contra el Rey. La última hoja fue lo que me asombro, era mi
información.
Nombre: Camilo Sifuentes
Edad: 17
Característica: Cabello y ojos castaño. Buena estatura. En general,
buen cuerpo.
Ocupación: Estudiante de arquitectura, primer año. Misma universidad
Año de encuentro: 2010
Perfil: Completamente asocial, débil, predecible, patético a decir
verdad.
Motivos por el cual entablar una relación: Se negó a hacer una apuesta
conmigo sin siquiera pensarlo. Quién se creer que es. No sabe quien soy yo.
Objetivo: Convencerlo de que no puede vivir sin mi. Básicamente
enamorarlo. Para después destrozarlo.
Fecha limite: 29 de febrero 2012.
Mis manos temblaban, mis ojos se humedecían.
No quería creer lo que estaba leyendo. No quería creer que David había jugado
conmigo, que todo era parte de su plan. Cada beso, cada caricia aun peor cada día
de cada año que compartimos y que me habían hecho tan feliz. No lo podía creer.
Porque una persona podía hacer eso “se
negó a hacer una apuesta conmigo” me
repetía mentalmente las palabras que había leído. “convencerlo que no puede vivir
sin mi. Básicamente enamorarlo”. Cada
una de las palabras me destrozaban.
No podía soportarlo más, lagrimas
de coraje brotaban de mi. Con todo el dolor de mi cuerpo me levante y arregle.
Me dispuse a salir; en la puerta me encontré con él.
— Te dije que esperas aquí. —
Decía; que cínico. Puso la bandeja con el desayuno en una mesa. Se acercó a mí.
Lo mire con odio—. Sucede algo.
— ¡Ja! Sucede algo. — Cerré mi
puño y lo deposite en su cara. Él quedo sorprendido; de pie sin ninguna expresión
simplemente mirando el piso—.Sucede esto. —
Tire la carpeta en sus pies; alzó el rostro y me miró horrorizado.
Camine hacia la puerta; trató de detenerme. Estaba a su lado me sujetaba con un
brazo—. Te detesto. — Fue lo único que le susurre; dejo caer el brazo que me sostenía.
Salí de allí dejándolo de pie en medio de la habitación.
Corrí hasta mi casa. Para mi mala
suerte, empezó a llover; aunque también mi fortuna. Las lágrimas de furia
todavía recorrían mi rostro. Cruce la puerta y me encerré en mi habitación.
Totalmente desplomado caí al piso.
“completamente asocial, débil, predecible, patético a decir verdad”
Cada una de las palabras que recordaba era como una puñada en el alma.
Me olvide de la vida casi una
semana. No comía, no dormía, no me bañaba, destroce mi celular, cerré mi
correo, abandone mi Facebook, había dejado de ir a la universidad; me dolía
dejar mis estudios, pero no estaba preparado ni física ni psicológicamente para
continuar. Entonces me harté de estar destrozado. Recogí mis cosas y decidí
marcharme de la cuidad; iniciar una nueva vida. Aunque todavía tenía un asunto
que solucionar, no podía soportar volver a ver su rostro. Al final termine
mandando una simple nota.
Me fui. No fue simple ira de momento.
En serio te detesto.
Camilo.
Subí a un tren. No recordaba
hacia donde había comprado el tiquete. Pero cualquier lugar era bueno cualquier
lugar lejos de aquí.
Los vagones avanzaban, los paisajes cambian. Había
dejado mi antigua vida. Había dejado atrás a mi único amigo. A mí odiado primer
amor. Solo me quedaba una leve esperanza.
El tiempo va desvaneciendo todo…todo
momento, rostro y recuerdo. Aun así la vida
se encarga de encontrarnos con lo que la mente olvido. Pero lo que la
mente olvida; el cuerpo recuerda y el corazón atesora.

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