Capitulo 4. Contacto.
— Me has encontrado…
creo que el rey a caído. — Susurró en mi oído. Todavía no lograba salir de mi
asombro, no entendía muy bien por qué David me dejaba ganar. Ya que estaba
seguro que había perdido—. Entonces, deseas reclamar tu premio. — Movía
suavemente su mano por mi espalda.
— Pero…— Debía
ordenar mis pensamientos. Así estuviera seguro de haber perdido, él me estaba dando
la posibilidad de convertir mi deseo en realidad. No podía desaprovechar esta
oportunidad—. Sí; deseo reclamar mi premio.
— Desea
mi cuerpo. — Se deslizo hacia atrás,
quedando frente a mi. Sus ojos, complemente negros por la oscuridad que nos
rodeaba, se consumían por dentro.
— Sí. —Dije casi
por instintos. No estaba seguro que entendía él con eso. Pero realmente yo lo
desea a él, a él como hombre. A esta altura ya no me importaba que los dos lo fuéramos.
Estaba perdidamente enamorado de mi único amigo.
— Y qué quiere hacer — acercó su rostro a mí— con mi cuerpo.
— Pues la
verdad. — Miraba nervioso de un lado a otro. Mi rostro se sonrojo, mi
respiración se agitaba.
— Eres como un niño.
— Sujetó mi barbilla entre sus dedos y planto en mis labios un corto beso.
Quede sorprendido por la acción. Él trato de separarse pero no lo deje, me
aferre de su cuello y esta vez lo bese. Nuestras lenguas jugaban
lentamente. Me iba a separar, pero David sujetó mi cintura y profundizo más el beso. El aire me
faltaba pero no me importaba. Nada me importaba en ese momento. Él movió mis
piernas para tener más comodidad, las aferro a cada lado de su cintura. Me
atrajo a un más a su cuerpo. Sus manos
seguían bajando por mi espalda. Sus labios empezaron a descender por mi cuello.
Me tomó con fuerza y se levantó. Yo aun seguía aferrado a su cintura. Aun
seguía besándome casi hasta llegar a mi pecho. Dio un giro y me chocamos contra
la pared, extrañamente en vez de protestar por el leve dolor que sentí, solté
un pequeño gemido. David empezó a desvestirme lentamente. En ese momento
recordé el lugar donde estábamos.
— David... estamos en la
universidad, recuerda. — Él seguía desabotonando mi pantalón—. Cualquiera puede
venir. — me volvió a besar.
— Y eso que me importa. — Dijo
firme. Nuestros cuerpos se deslizaron por el muro y volvimos a quedar en el
piso. Él descendió mi cuerpo para quedar encima mio.
Trate de separarme con las manos.
Todavía tenia la idea de que alguien podía llegar. Sujetó mis dos muñecas con
una mano y la llevo hasta la altura de mi cabeza. Se separo un poco; me
observo. No puede distinguir lo que me decía con los ojos. Se acercó a mi
abdomen, lo besaba apasionadamente procedía hasta la parte baja de él y volvía
a subir. Llegaba a mis pezones, los mordisqueaba con cautela. Seguía subiendo
hasta mi cuello. Mordía entre sus colmillos el lóbulo de mi oreja. Mi corazón
se aceleraba con cada movimiento. Mi respiración se entrecortaba en cada
caricia. Mi piel ardía a su tacto. No estaba seguro si podría resistir todo
esto sin desmoronarme. Se separó, empezó a quitarse la camisa que llevaba
puesta. Lo detuve, me levante y termine de desabotonarla; la deslice por sus
hombros y plante un beso en ellos. Roce mis manos por todo su tonificado torso.
Recorrí con cautela su espalda hasta
aferrarme en su cintura.
—Camilo; no puedo más. — Me dijo
ronco. Lo mire sorprendió.
Terminó de desvestirme al tiempo
que se despojaba de su pantalón y ropa interior. Estábamos los dos desnudos. Se
ubicó encima de mí. Podía sentir su firmeza en mi pierna derecha. Mientras su
mano izquierda subía por la parte interna de mi muslo hasta llegar a mi
miembro. Jugaba con mi intimidad mientras me volvía a besar. El calor se
apoderaba cada vez más de mi cuerpo. Con su mano libre rozaba mi abdomen, mi
pecho, hasta llegar a mi espalda y agarrarme con firmeza. Los movimientos en mi
pene se hicieron cada vez más rápidos. Cruce mis manos por su cuello, me
aferraba a sus cabellos cada vez que su mano subía y caía. La piel se me erizaba,
una corriente fría bajaba por mi espalda. Sentía el corazón en mi oído, el
calor de apoderaba de mi.
— David, entra en mí. — Le pedí;
no más bien, le rogué. Devorado por el deseo.
— Que angelito, más travieso.
Como si tuvieras que pedírmelo. — Su mano se ubicó en mi entrada. Dándome lo que deseas. Se acercó a mi odio—.
Voy a darte más placer del que estas sintiendo. — Introdujo uno de sus dedos en
mi. Gemí de puro placer.
Al notar mi reacción, él empezó a
moverlo. Arque mi espalda al sentir el segundo. Seguía besándome apasionadamente,
mientras me preparaba. Besaba mis mejillas, llegaba a mis labios, pasaba por mi
barbilla, por mi cuello, se quedaba en mi clavícula. Su mano libre masajeaba mi
torso, y el costado de mi cuerpo. Mis manos bajaban por su espalda, jugaba con
sus caderas; me aferré en ellas al sentir que estaba preparado. Él sujetó mis dos piernas y me atrajo hacia delante, deslizo sus manos por ellas y de
momento entro en mí. Ese primer movimiento me produjo dolor pero después de
acomodarse, el dolor cedió. Aun ritmo estable salía y entraba en mí, podía
sentir el calor de su cuerpo. Sus manos temblaban, trate de sujetarme de sus
hombros para que él las apoyara en el piso y tuviera más cómodo. No quiso
hacerlo, no quería separarse ni un centímetro de su cuerpo de mí. Seguía besándome.
Entró mucho más en mí. Ahogue un gemido. Lo hizo por segunda vez y esta vez no
puede contener mi voz. —No te contengas; quiero escucharte—. Me decía casi jadeando.
Aumento el ritmo de sus movimientos, mi cuerpo era una mezcla de calor, frio y
temblores. Sus movimientos cada vez más rápidos, hacían que una corriente me
recorriera. —Camilo. — Lo escuche llamarme—. David. — Conteste completamente
extasiado. La humedad empezaba a ponderarse de mi miembro. Al igual que en él. Podía sentirlo en mí. En una sola embestida los dos terminamos corriéndonos.
Agotados. Nuestras respiraciones entrecortadas. Nos observábamos el uno al
otro. David todavía permanecía en mí.
— Podemos repetirlo. — Preguntó con un tono de cautela.
— Cuantas veces quieras. — Le respondí;
llegaba mucho tiempo esperando esto. Al carajo si mañana no podía mover uno
solo de mis músculos.
Me volvió a besar
apasionadamente. Y volvimos a repetir todo, una vez y otra más y creo que una
cuarta vez. Mi premio había resultado lleno de mucha energía y yo más resistente
de lo que creía.

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