jueves, 19 de marzo de 2015

Juguete personal.






Nota del autor: Esta historia fue inspirada en mi osos de peluche Mizuki, esa cosita linda de la foto. Para la época del escrito estaba incursionando en el genero de fantasía, pero noté que era muy complejo pues la definición de fantasía encierra unos caminos validos. Espero les guste. 

Mayben~

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 -Papá lo quiero.- Le rogaba desesperadamente a mi padre mientras veía a un enorme oso de peluche color chocolate que me observaba con unos hermosos ojos cafés.

- No estás grandecita para eso.- Comentaba con tono de duda.

-De que hablas todavía soy una niña.- Le insistí-. Además míralo.-Lo tomé entre los brazos y lo acerque a su cara-. Es adorable… si por favor cómpramelo.

-…- Lo pensó un momento, sabía que había ganado-. Está bien, ves a pagarlo.

-Gracias.- Lo abrace y tome a mi nuevo compañero en brazos.

- Siento que me haz manipulado.- Susurró.

La verdad así había sido. No pueden culparme, de vez en vez había que utilizar el hecho de ser su única niña. Aunque también estaba mi hermano, pero él no contaba. Era mayor y ya no vivía con nosotros. Al final, en la casa solo éramos mi madre, mi padre y yo.
-   
   - Veo que te saliste con la tuya.- Decía mi madre mientras yo recorría el lugar con mi nuevo oso entre brazos. Hacia mucho tiempo quería uno así, pero me había tomado un poco de trabajo convencer a mi padre.

-       Así parece.- Dije alegre.



 Pocos días después

-          Vas a estar bien, Adriana.- Repetía mi padre.
-          
      Recuerda todo lo que te encargue hacer, no pienso ordenar esta casa cuando regrese; procura que no se destruya en pedazo.- Repetía mi madre.

-     Sí, sí, ya se… por favor ya tengo 17 años pueden irse tranquilo. Además solo será un fin de semana. No es para tanto… ya, ya, váyanse.- Los empujaba hacia la puerta principal.

Era la primera vez  que iba a quedar sola en casa. Bueno, ya antes lo había hecho por horas, o por un día entero pero nunca había pasado una noche sola. Nunca. Cualquiera pensaría que iba a provechar y armaría el rumbón más grande de la vida. Pero no podía. Después de un incidente en mi escuela, mis padres  decidieron que la dejaría y estudiaría en casa, que me educarían tutores;  si bien conserve algunas amistades por un tiempo, la distancia termino alejándonos definitivamente. Eso  ocurrió alrededor de un año  y el año entrante me iría a la universidad. Así que al final era una chica de 17 sin amigos y sola en mi casa por todo un fin de semana. ¡Hurra que divertido! Definitivamente necesitaba una vida social.

Todo el día me lo pase terminando un trabajo de manualidad que había iniciado días atrás, era un pequeño cofre de madera que estaba envejeciendo y decorando. Mire la hora en el reloj; las 10:00 pm. Ya que no tenía nada más que hacer me dispuse a dormir;- como si fuera posible que yo durmiera temprano, pero debía intentarlo- recorrí la habitación donde estaba con la vista, había oscurecido bastante y olvide encender las luces por lo que el salón se veía aterrador. Moví la cabeza para ambos lados, tratando de olvidar ese detalle.

- Mi habitación va a estar mucho mejor-. Me aseguré en voz alta. Camine temblorosa hacia ella.  Entré y sin pensarlo me sumergí en la cama, pero estaba equivocada mi recamara era todavía más aterradora. No es que sea cobarde- tal vez un poco- pero nunca había pasado una noche sola, y todas las sombras me inquietaban, escuchaba crujidos y susurros. A quién engañaba; estaba muriendo del miedo. Volví a recorre mi cuarto con la mirada, y en la pequeña silla al frente del escritorio mirándome fijamente encontré al fin algo que me tranquilizo. Era los profundos ojos cafés de Mizuki, mi adorado oso de peluche café. Me levante rápido, lo tome entre mis brazos y corrí a mi cama. Lo apreté muy fuerte a mi cuerpo y susurré: Creo que esta noche nos haremos compañía. Inesperadamente caí profundamente dormida.

La luz de la mañana atravesaba por las delgadas cortinas a medio cerrar de mis ventanas.

-Estúpido sol.- Me di media vuelta e intente seguir durmiendo.

-Creo que eres muy perezosa.-  Comentó tranquilamente una voz masculina.
Me volteé de golpe, encontrándome con un joven a medio vestir con piel tostada, cabello abundante castaño, con una sonrisa de satisfacción entre los labios y unos enormes ojos cafés que me miraban fijos.

-Qui-qui-qui…- tartamudeaba- quién carajo eres tú.- Me levante de golpe de la cama y corrí hacia la puerta.

- Ah… lo dices por mi.- Desentendidamente se miró de arriba abajo-. Ya entiendo, no te asustes Adri…

-Cómo sabes mi nombre, eres un acosador.- Lo juzgue rápidamente.

- Qué te pasa; si hablamos de acosar yo te debería decir eso a ti, que te la pasaste acariciándome entre sueños. Qué es lo que tanto sueñas, pervertida.

-Pe-pero que estas diciendo eso no…- La verdad no podía negar del todo su afirmación pero tampoco podía decir que de cuando en cuando tengo algún sueño ehhh como decirlo “emocionante”.

- A ver ya te calmaste.

- No. Quién eres.- Insistí

- No es obvio, soy Devon.

-¿Quién?

-Ahh- suspiró y se revolvió el cabello- Mizuki, ya estas tranquila.

- ¡No seas estúpido!- Grite-. Mizuki, mi oso de peluche que esta… espera; dónde esta Mizuki, qué le hiciste.- Empecé a buscarlo por toda la habitación.

-Ya sabía que eras rara desde el día que nos conocimos. Además es caprichoso que una chica de tu edad llore y rugué  por un juguete durante más de dos semanas. Aunque me extrañó que me eligieras, debo admitir que me alegró haberte escuchado decir que me cuidarías.

- Cómo sabes eso.- Pregunte atónita.

-  Es están difícil aceptar que soy ese oso. Anoche dijiste que nos haríamos compañía o ya lo olvidaste.- Eso era cierto-. Anoche.- Dijo despacio-. Fue la primera vez que dormiste conmigo, es decir de noche. Ya lo habías hecho antes en tus siestas, pero siempre que llegaba la noche me sentabas en esa silla y te ibas a dormir tranquila.- Eso también era cierto.

-Pero…- Intente intervenir, me interrumpió

- Dormías tranquila abrazando tus almohadas, dime cuál era la razón de tenerme si no querías dormir conmigo.

- En serio eres Mizuki-. No se porque pero quería creer eso.

- Adriana.- Se levantó para ponerse justo delante de mí. Era alto-. Podrías llamarme Devon. Después de todo yo estoy aquí para cuidarte.

- De-von.- Dije lento-. Me explicarías todo.- Le suplique.

- Está bien.- Pusó su mano en mi cabeza-. En mi mundo, es decir, en el mundo de los demonio a veces se comente actos que molestan a los reyes, a esto se le llama pecados y son castigados. Yo cometí uno de esos y fui castigado. Encerraron mi ser, en un oso de peluche y allí permanecería eternamente, hasta que encontrara a un dueño que sintiera que estando a mi lado estaría protegido. Una vez esto pasara, el hechizo se rompería. Pero no iba a hacer tan fácil, después de todo sobre el hechizo fue puesto otro hechizo que me hacia desagradable ante los ojos de los humanos. Algo así como una ilusión óptica de algún defecto. No se muy bien.

-Ah… eso debe ser; que tienes los ojos intimidadoramente grande en consideración con tu rostro, tu cola no es redonda sino alargada y tu lazo al cuello no es del todo parejo. Bueno, digo cuando eres Mizuki, es decir, tú de oso; me explico...

- Con que era eso, por eso me pareciste rara. Después de todo llevaba más de 20 años en la estantería de esa vieja juguetería; el dueño pensaba deshacerse de mí.

- Ya decía que ese viejo tenía mucho interés en que te comprara desde el principio.

- Si; es un viejo mañoso.

-Entonces, ahora que se rompió el hechizo.- Estaba un poco preocupada por la respuesta que me pudiera dar-. Mizuki. Perdón Devon, ya te debes ir.- Agache la cabeza. Era verdad que no llevaba mucho tiempo con él a mi lado pero igual no lo quería dejar ir y no esa solo puro egoísmo. Bueno tal vez si era eso, había luchado mucho para tenerlo.

-jajaja- Echó a reír-. Irme en estos momentos y dejarte sola, con lo miedosa que eres y ahora que tus padres no están. Para qué; para que te mueras del miedo. No; planeó quedarme hasta que ellos regresen.- Volvió a revolver mi cabello.

- Quién tenía miedo… si quieres puedes largarte, no te necesito aquí.

- Eso dices ahora, anoche casi me estrangulaba mientras temblabas.

-No tenía miedo.

-Claro como digas. Igual pienso hacerlo lo quieras o no.

- Bueno haz lo que quiera… pero podría por lo menos vestirte.- Lo mire avergonzada solo llevaba una prenda ligera que parecía unos pantalones de dormir.

-Oh, lo siento pero esto era lo que llevaba cuando me descubrieron cometiendo pecado.

- Te lo iba a preguntar pero pensándolo bien no quiero saber que pecado cometiste.

- Ah, te lo pierdes; es una gran historia.

- Si claro como digas, ves por algo de ropa de mi padre. Seguro algo te quedara.

- Ya voy cálmate.- Empezó a caminar en dirección a la puerta, tenia una ancha espalda. Lo observe mientras se iba.

Me mire al espejo, tenia mi cabello rojizo desarreglado, todavía tenia la ropa de ayer, y una larga cara de sueño. Mire el reloj 7:00 am. ¡Rayos es muy temprano para despertarse un sábado! Rocé rápidamente la mano por mi cabeza. Mi oso era un demonio. Nada esto tiene lógica. Me pellizqué. – Sera que estoy soñando- susurré.

-Oye, Adriana.- Entró Devon, llevaba una a camisa blanca y unos pantalones a medio poner-. Qué se supone que haremos con esto.- Me mostró su cola, es decir la cola de felpa alargada que tenia Mizuki, mi oso.

- ¡Esto enserio es real!- Grite.

- No me culpes, creo que el hechizo no ha perdido todo el efecto.

Lo acaba de comprobar el mundo ya no tenía lógica.

Seguía mirando extrañada al joven delante de mí en la mesa del comedor ubicada en la cocina de mi casa. Repasaba una y otra vez su rostro, largas pestañas y perfil recto, labios delineados, mentón alto. Ya había leído en alguna parte que los demonios tenían una perfecta apariencia física para lograr tentar a sus victimas humanas; pero nunca pensé que la parte de “perfecta apariencia física” fuera tan literal.

-    Me incomoda un poco que me examines como si fuera algún bicho raro.- Dijo molesto.
-          
    En parte lo eres.- Comente sin más pensarlo.
-     
     Lo dice la adolescente sin vida social en pleno siglo XXI.- Alzó una ceja. Eso había sido un golpe bajo.

-      Devon ¿Puedo hacerte unas preguntas?

-      Si con eso apartas tu extraña mirada. Está bien, adelante, pregunta.

-     ¿Eres un demonio?

-     Técnicamente.

-      ¿Vives en el infierno?

-     - No es infierno, es submundo y vivía. Ahora estoy aquí.
-         
     ¿Te llegaras mi alma?
-          
     Qué estupidez dices.- Llevó una tostada a su boca.
-          
      Pero ¿Si podrías llevarte mi alma?

-        - En teoría, si. Pero nunca aprendí como hacerlo.

-         Espera, acaso eso lo enseñan.

-   Crees que los únicos que tiene que sufrir la tortura de una escuela son los humanos.
-          
    Lo siento.
-           
   No te lo tomes tan apecho. Si Adriana, nosotros también vamos a una escuela, también nos hacen exámenes y nos toca estudiar. Pero después de haber dominado los conocimiento básico, cada cual decide en que especializarse.

-   Y tú ¿qué elegiste?

-    Transformación de la materia.- Tomó un sorbo de jugo.
-           
    En que sentido.
-          
   En toda la expresión, te muestro.- Tomó una cuchara entre sus manos y de momento esta se transformo en un pequeño canario. El pajarito me observó y salió volando.

-     No puedo creer esto.- Hundí la cara en la mesa. No terminaba de creer todo esto. Me repetía mentalmente una y otra vez- es un sueño nada más, es un sueño- al final era ilógico que Devon existiera-. Por cierto me debes una cuchara.- Dije con la cara aun contra la mesa.
-        
       Una cuchara más una menos que importa.- Me contestó indiferente.

-     Si importa, es la platería favorita de mi madre- levante la cara de la mesa- no sabes el problema en el que…- no termine la frase.
-          
    ¿Qué ocurre?
-         
    Devon tienes orejas…
-         
    Claro que tengo. Tú también tienes.
-         
    No. No me refería eso. Tienes orejas de peluche.- El atractivo chico que estaba frente a mí, ahora tenia unas curiosas orejitas cafés a cada lado de la cabeza. Para completar el paquete eran esas misma curiosas orejitas que tenia cuando era Mizuki.
-           
  Cómo dices.- Devon llevo sus manos a la cabeza para asegurarse de que no estaba inventando lo que le decía-. ¡No puede ser!- Estaba furioso-. Ahora tengo cola y orejas de peluche.- Me observó confundido-. Me estoy transformando de nuevo.

-    Pero el hechizo había sido roto.
-          
   Eso pensé.

Las horas pasaron. Devon daba vueltas por toda la casa, tratando de recordar una forma de evitar la transformación. A medida que la tarde llegaba, iba saliendo sobre él un delicado pelaje oscuro y sus ojos eran cada vez más profundos. Las cosas eran cada vez más irreales, cada vez creía menos lo que mis ojos veían. La noche hizo su aparición, aquel joven estaba desesperado, decepcionado, decaído. Se encontraba sentado contra los pieceros de mi cama, mientras lo observaba sentada en la pequeña silla que muchas veces había sido su lugar.

-  No entiendo por qué pasa esto.- Dijo casi en un hilo de voz. Me levante y acomode a su lado.

-    Devon.- Cruce los brazos en su cintura, él acomodó su cabeza en mi hombro. Tenía una cálida temperatura corporal, aun cuando la noche estaba bastante fría-. Me podrías contar la razón por la cual te castigaron.
-          
   -Tal vez no vuelva a esta apariencia, no veo problema en hacerlo.- Aguardó un minuto en silencio-. Mi familia desde tiempos incontables ha tenido una cercana relación con la familia real de mi país. La hija menor del rey y la reina, tiene más o menos mi edad. Desde niños mis padres me obligaron a tratarla como una hermana menor a cual debía defender.  A ella esto siempre le disgusto, no quería que la vieran como una persona débil por ser la única hija que sobrevivo casi por milagro. Que ironía, tu gente considera que nosotros no tenemos nada en que creer menos en los milagros.
   >> Para que me entiendas, el nacimiento de una mujer en nuestra especie es algo de celebrar y de mucha angustia porque la mayoría de niñas que nacen carecen de un gen que se desarrollo después del segundo año de vida por lo que 3 de cada 5 nacimientos femeninos no sobreviven los primeros meses. Los reyes había intentado por años tener una niña, no lo habían conseguido. Cuando por fin nació Belén, estuvo rodeada de muchos cuidados ya casi cumplía sus dos años cuando enfermó. Ningún medico le daba esperanzas de vida pero muy lentamente se fue recuperando. Todos consideraban esto como un milagro; yo en cambio pienso que ella siempre ha sido una mujer fuerte. Tal vez por eso la amaba.

-     La amabas, dices.- Comente en voz baja.
-       
     Fue hace muchos y nunca me correspondió. Yo trababa de protegerla y ella me alejaba. Odiaba pensar que lo hacia por obligación. Ella me detestaba a decir verdad y la entiendo. Siempre fui un cobarde.
-          
    Creo que te estas menospreciando.
-       
     Quizás. Con los años olvide ese amor y me aleje de ella. Sabía que se había enamorado de mi primo Asiel pero el rey no aprobaba esta relación. De la nada se organizó una boda entre la princesa Belén y un príncipe de un país aliado. Pocos fueron los invitados a la ceremonia que se realizaría la noche de luna llena. Horas antes de la ceremonia me encontraba dando un paseo por mi jardín,  había sido un día caluroso y por eso solo llevaba unos ligeros pantalones. No importaba porque estaba en mi casa y sabía que nadie vendría a visitarme. Sin esperarlo aparecí en la habitación de Belén.
-          
    ¿Cómo es eso posible?
-        
    Ella maneja el movimiento de la materia, me teletransportó. Bueno, más bien quería a mi primo pero estaba tan alterada que cometió un error y al final me tenía a mí. Estaba furiosa por haberse equivocado, quería matarme. Al final, decidió que con ayuda o sin ella escaparía de ese lugar. Era lo que tenia pensado hacer desde el principio. Trate de detenerla y obligarla a que pensara un plan primero. Pero los guardias se adelantaron y nos encontraron. Fui llevado hasta una mazmorra y después condenado.
-          
    Pero no entiendo; si  no hiciste nada.
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   -Técnicamente. Pero el hecho de que estuviera en la habitación de una princesa, comprometida además, a esa horas ya era suficiente para ser considerado pecado.
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    Sigo creyendo que el castigo es exagerado.
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      - Pero así pasó. Los jueces juzgan dependiendo el alma de acusado. En mi caso notaron que nunca nadie necesitó de mi y que mucho menos había logrado proteger a alguien. Así fue entonces elegido el castigo más adecuado para mí.

-      No lo entiendo Devon, por qué tiene que pasar esto.

-     Yo tampoco lo entiendo.- En ese momento un relámpago iluminó la habitación. Me aferré a él, nunca me habían gustado las noches lluviosas.

-     No me digas que también le tienes miedo a la lluvia.

-      No tengo miedo.- Me acurruqué en su costado.

-       Si claro.- Me abrazó fuerte.

Las horas iban pasando, Devon tomaba más rápidamente la forma de Mizuki. Yo no quería dormirme pero mis parpados estaban muy pesados.

-Adriana.- Me llamó, trate de alzar la vista para verlo pero entre la penumbra no lograba ya divisar su rostro-. Realmente fui muy feliz cuando me pediste que te hiciera compañía para ya no sentir tanto miedo. Me alegró haberte podido ayudar.

- Estúpido Devon, no hables como esto hubiese acabado- decía entre bostezos- definitivamente esto es un sueño…-Mis ojos se cerraban-. Si es así…. No quiero despertar.


-¡¡¡Adriana!!!- Me llamaban a gritos- Adriana, aquí estas.- Era la voz de mi madre, me desperté lentamente-¿Por qué dormiste en el piso?

- No lo sé.- Me quejaba medio dormida.

-Por cierto, estas apastando al pobre oso.

- Ah…- Me levante del suelo. Tirado en el piso estaba mi oso de peluche café con sus enormes ojos de igual color-. ¿Devon?- Dije confundida.

-¿Devon?- Preguntó mi madre-. No se llamaba Mizuki.

- Sí- asentí con la cabeza-. Bajo en un momento mamá.- Solo quería estar sola.

Cuando mi madre salió abrace a Mizuki con fuerza. Ya no estaba allí. Devon no estaba. Eso no podía ser solo un sueño. Me negaba a que lo fuera. Lo quería a él y a su irritante personalidad a mi lado. Lloré amargamente con mi oso entre los brazos.

Un año después.

Después de esa ocasión pedí a mis padres que no me dejaran sola en la casa el tiempo que estuviera allí. Me preguntaron si algo había pasado. Lo negaba cada vez que trataba de sacar el tema al ruedo. Había vuelto a sentar a Mizuki en su silla, pero esta vez volteé de ella de tal forma que él le diera la espalda a mi cama. No tenía el valor de despertarme y ver sus profundos ojos sabiendo que todo era mi culpa. Porque aunque no estaba segura que había hecho, sabía que todo lo que le pasó a Devon definitivamente era mi culpa.

Un año había pasado ya y ahora era una estudiante en la facultad de derecho de la una universidad estatal. Vivía en los dormitorios de estudiantes, regresé a mi casa solo porque mi madre necesitaba que alguien cuidara la casa por un par de días y ya que no estaba en exámenes le pareció una excelente idea que lo hiciera. De muy mala gana acepte. La primera noche no me atreví a entrar a mi habitación, había dormido en la de mis padres, o por lo menos eso intente. Pase la noche en vela divagando sin ningún sentido, casi al borde del amanecer recordé las palabras de Devon. “Encerraron mi ser, en un oso de peluche y allí permanecería eternamente, hasta que encontrara a un dueño que sintiera que estado a mi lado estaría protegido. Una vez esto pasara, el hechizo se rompería.”

Al fin lo había entendido.

Corrí desesperada a mi cuarto. Estaba tal como lo había dejado antes de iniciar mis estudios. Allí estaba, en esa silla de espalda a la cama, ese enorme y adorable oso café con los profundos ojos del mismo color. Me acerqué despacio quedando de frente a Mizuki.

-Lo siento.- Susurré avergonzada-. Sé que a estas alturas no tiene sentido decirlo, después de todo huí como una cobarde. Además, es por mi culpa que el hechizo volviera a tener efecto, tú necesitaban una persona que se sintiera protegida contigo, que quisiera que estuvieras a su lado por siempre para volver a tu apariencia normal. Y yo… me dedique todo el tiempo a negar tu existencia, no quería creer que de verdad existieras; me repetía una y otra vez... es un sueño, un sueño, un sueño. Por mi culpa volviste a ser un juguete. Sé que debes odiarme y lo entiendo. Tampoco quiero justificarme pero necesito que sepas que te necesitaba más a ti que tú a mí. Estaba tan acostumbrada a estar sola que cuando se me presentó la oportunidad que tomar la mano de alguien y salir del abismo; me asusté, no supe que hacer. Soy una estúpida.- Una amarga lagrima descendió por mi mejilla-. Te mereces a alguien que sepa apreciar y valorar tu compañía, alguien que valga más que yo. Te llevare a algún otro lugar y te entregare a alguien más valiosa que esta estúpida y cobarde que te tuvo y te alejo.

Camine lento hacia la puerta. La abrir despacio, me  sentía fatal.

-Deja de tomar decisiones sin consultarme.- Susurraban a mi oído mientras unos cálidos abrazos me abrazaban por la espalda. Estaba atónita. Volteé rápidamente y me sumergí en su pecho.

-De-von.- Dije casi atónita.

-Me tocará aferrarme más a ti.- Susurraba por encima de mi cabeza.

-Por favor hazlo.- Me aferraba más su cuerpo.


De tanto en tanto, la mayoría de veces sin notarnos, nuestra vida es un profundo y vacío sueño. Si en algún momento tratas de despertarte y te aferras a algo que para el resto de la humanidad es una locura o una estupidez. No prestes atención, al final el resto del mundo todavía esta dormido en ese vago sueño del que tú lograste salir.

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